EL SABOR DE LO AUTÉNTICO


1Juan 1:5-10
Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado. (1Jn 1:7)

Un hermano de una de las congregaciones a las que he asistido, llamaba a nuestra generación de cristianos, “light”.
Después de tratar de disfrutar de un rico almuerzo con una crema de leche “light”, recordé sus palabras y entendí muy bien a que se refería.
Mi almuerzo tenía un exquisito sabor a …
¡NADA!
Insulso, insustancial, soso, insípido, y toda una letanía de adjetivos al respecto, podrían señalar el sabor de mi almuerzo.
“Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”.
Apo 3:16
Por lo visto a Dios le daría el mismo asco que me dio a mí, el extraño sabor a nada que tienen los productos light.
Y tal como lo señala el espíritu santo a través de estos textos, le da el mismo asco el que seamos cristianos insulsos, faltos de pasión.
Muchos de nosotros hemos perdido el sabor de lo auténtico, de lo natural.
¡Fingimos!
¡Somos distantes!
¡Fríos!
¡Suspicaces!
¡Prejuicios!
Y volviendo a la carta de Juan…
¡FALTOS DE SINCERIDAD!
Y sin naturalidad no hay intimidad posible.
Y sin intimidad, sin ese profundo conocimiento el uno del otro, es imposible que la luz de Dios nos alcance.
La luz reveladora de Dios es velada por nuestra actitud.
Todo lo que no hayamos puesto bajo el señorío de Cristo, son nuestras tinieblas.
¿Hay algo en lo que estamos negando seguir la orientación de Dios?
¿Hay algún aspecto de nuestra vida en la que estemos resistiendo a que Dios lo invada o inspire?
¿Escondemos algo a Dios o a otras personas?
¿Somos una persona por fuera y otra por dentro?
Las respuestas a estas preguntas pueden ayudarnos a encontrar las áreas en las que aún la luz de Dios no nos ha alcanzado.
Si tenemos dudas con respecto a esto preguntémonos ¿a qué se debe la impotencia de nuestras iglesias?
La intimidad con Cristo, la Luz de Dios, no solo lo revela a Él mismo sino también a nosotros.
En esa profunda comunión con él no hay lugar para la duplicidad.
No hay lugar para envases perfectos faltos de contenido.
Y es esa misma intimidad la que nos llevará a una comunión sincera con los hermanos.
No existirán fachadas de perfección, sino la honestidad de lo que Dios está obrando en nuestras vidas.
Ya no más tratar de convertirnos en diminutos Dioses ante nosotros mismos y ante los demás.
Lo maravilloso de todo esto es que sea cual sea nuestra condición el amor de Dios sigue intacto.
Y nos recibe con sus brazos abiertos...
"Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.” (1Jn 1:9)

“Padre Santo, gracias por crearme para que mantuviera una íntima relación contigo y con los demás. Confieso los pecados que me separan de ti y de ellos. Tú me conoces como soy; ayúdame a ser lo que siempre has querido que sea. Perdona mi pretenciosa falta de sinceridad con las demás personas, que las induce a creerme más de lo que soy y las encierra en una prisión de autocondenación. Ayúdame a ser abierto y sincero acerca de lo que estoy descubriendo, de modo que pueda experimentar una comunión auténtica. Amén.”*




*CUANDO DIOS PENSÓ EN USTED - LLOYD JOHN OGILVIE

Comentarios