Pero el SEÑOR dijo a Samuel: "No mires a su apariencia, ni a lo
alto de su estatura, porque lo he desechado; porque Dios no ve como el hombre
ve, pues el hombre mira la apariencia exterior, pero el SEÑOR mira el
corazón." 1Sa 16:7
En estos
días se viralizó una controversia sobre el color de un vestido en una foto. Lo
extraño para todos es que unos lo veían blanco y dorado, mientras otros lo veían negro y azul. Se
dieron todo tipo de explicaciones pero lo cierto es que al parecer todos tenían
razón pues cada uno lo veía tal y como su cerebro podía percibirlo. ¿Lo que
vemos es lo que realmente es? Los especialistas dicen que lo que vemos es una percepción de nuestro cerebro y que la
realidad puede ser totalmente opuesta.
Mientras
escuchaba las opiniones de mi familia sobre este tema y todo lo que esto
implicaba, me vinieron a la mente las palabras con que el Señor instruyó a
Samuel a la hora de ungir a su elegido. “…Dios no ve como el hombre ve, pues el
hombre mira el exterior, pero el Señor mira el corazón.” Realmente debemos dar
Gracias a Dios que puede ver EN lo profundo de nuestro corazónes, QUIENES SOMOS.
Por eso no
debemos apreciar a las personas por lo que percibimos de ellos, pues eso nunca
será lo que verdaderamente son. Dios no nos dijo amen al prójimo si son buenas
personas, si hacen mi voluntad, si son lindos, si …, si…
Dios nos dio
un mandamiento y es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Amar a todos
con el amor de Cristo en nuestros corazones debe ser la gran meta de nuestra
vida, sin importar las apariencias o las percepciones que tenemos de ellos.
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